Ernesto Ríos

Por David Adberstein

 

Ernesto Ríos es un artista plástico mexicano y universal que en un ejercicio de coherencia no solo ofrece las vigorosas propuestas a esperar de un integrante de su generación, sino que al talento manifiesto de su trabajo ha unido un riguroso proceso de formación artística y académica en diversos países, como en Australia y Estados Unidos, donde, abrevando de los avances de la ciencia y tecnología ha puesto recursos emanados de los mismos al servicio de procesos de creación que lo llevan a obras sorprendentes por su calidad plástica y sentido de actualidad y futuro.


Las obras contemporáneas de Ríos son fruto del estudio, de una técnica depurada, de experimentación metodológica, de un herramental, muy variado, de conceptos y avances aplicables que benefician a sus procesos de creación.

 

En la obra de Ernesto Ríos, encontramos recurrentemente, como ecos de historia, memoria y prospección al futuro, el tema mítico y siempre fascinante del laberinto. En sus pinturas, flotan sin gravedad pirámides laberínticas o laberintos piramidales, creados mediante el uso de la geometría, la perspectiva axonométrica y un juego lúdico de contrastes y tonos.

 

En el Laboratorio de Arte de Ernesto Ríos, su fascinación por la arquitectura, las matemáticas y la lingüística se hace presente en obras que están siempre abiertas a la interpretación y a ser complementadas por el espectador como sugirió Umberto Eco. Todo lo anterior, en conjunto con el uso y la fusión de los medios tradicionales y las nuevas tecnologías dando como resultado una obra transdisciplinaria que se enriquece conscientemente del pasado, reflejando su presente, pero siempre apuntando a futuro, en esa permanente búsqueda de nosotros mismos y lo que nos rodea que es precisamente la esencia laberíntica.

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CONSTELACIONES
GALERÍA SISMO.

Natalie Gama Pourdanay

El examen del hombre y de sus símbolos es, de hecho, el examen de la relación del hombre con su propio inconsciente.
JOHN FREEMAN

Por: Natalie Gama Pourdanay

El trabajo que Ernesto Ríos presenta en esta exposición de la Galería SISMO consta de pinturas y esculturas con cerillos reciclados.

La convergencia entre ellas está dada en la medida en que se entienda como una constelación en el sentido en que reúnen sus intereses e inquietudes en torno a la interacción que existe entre los códigos, los signos y el lenguaje.

Su trabajo resalta la capacidad que el ser humano tiene, desde siglos atrás, de generar símbolos que comprende la de representación de sí mismo en relación con el mundo. A través de la asimilación de esquemas simbólicos o de mapas codificados o decodificables, el artista reivindica el sentido primario de razonamiento del ser.

La obra pictórica juega con la percepción visual pero también con la cognitiva; la distancia entre el espectador y la obra va a determinar lo que se entiende ante lo que se ve. Podría parecer desde un laberinto, hasta un código binario; conforme el espectador se acerca a la pintura se hace posible ver signos, números, palabras o letras que fueron delineados con pinceles milimétricos y que, desde cierta distancia, podrían casi percibirse como una impresión digital.

La obra tridimensional puede asimilar la estructura del ADN de ritmo helicoidal, una edificación arquitectónica, elementos ornamentales o las historias de alguna tribu antigua.

Su producción artística abre distintas posibilidades de lectura, pues sus obras se asemejan a una representación geográfica, trazos geométricos de algún asentamiento urbano, la tarjeta madre de una computadora o incluso mapas de constelaciones, es decir, asimila códigos y esquemas que bien podría el hombre haber utilizado desde hace miles de años hasta las estructuras de cómputo actuales.

Ríos hace énfasis en que el sistema de representación del mundo y los códigos, a través de los cuales el hombre ha marcado y desarrollado su paso por la historia, tienen las mismas bases fundacionales. Señala que existen estructuras que, más allá de que de que hayan sido heredadas, son esquemas que moran en el inconsciente, que se siguen compartiendo, que se entienden y que rebasan fronteras como la de los idiomas, pero no las del lenguaje. A pesar de que la imagen de la obra pictórica o escultórica no explica un código, esquema o mapa en específico, el espectador se acerca en busca de encontrar un significado, a descifrar, pues tiene un rasgo compresible, compartido, arquetípico.

El artista presenta una suerte de discurso en la que dice que hay una simbología que ha permeado al hombre en toda su existencia, esta simbología es la relación con su propio inconsciente.

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Ernesto Ríos en un artista multidisciplinario. Doctor (PhD) en Artes Visuales y Multimedia por la Universidad Royal Melbourne Institute of Technology de Australia.

Maestría en Telecomunicaciones Interactivas, con especialidad en Multimedia, por la Universidad de Nueva York. Ganador de la beca para estudios doctorales PhD EIPRS en cuatro ocasiones consecutivas, por parte de la universidad RMIT, Melbourne, Australia: (2009-2014).

Fue el primer latinoamericano en ganar el premio de Artes Visuales, Siemens-RMIT en Australia (2010). Fue distinguido como representante de México en el Coloquio de Cuba Obtuvo la beca para estudios de Maestría en Telecomunicaciones Interactivas en la Universidad de Nueva York-Tisch School of the Arts, ITP (Interactive Telecommunications Program), (2004-2006) Nueva York.

Recibió la beca para Estudios en el Extranjero FONCA de manera consecutiva en dos ocasiones: Universidad de Nueva York, maestría (2004-2005), (2005-2006). Ha sido becado por el FONCA en la categoría Residencias Artísticas FONCA- ISCP (2003). Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), International Studio & Curatorial Program (Nueva York). Recibió la beca de Jóvenes Creadores del FOENCA del Instituto de Cultura de Morelos en tres ocasiones: (2000-2001), (1997-1998), (1994-1995).

Fue distinguido como representante de México en el V y VI Salón y coloquio Internacional de Arte Digital Digital, celebrado en el Centro Cultural Pablo de la Torriente, Habana Cuba (2004-2003).

Ha expuesto individualmente en 23 ocasiones en diversas ciudades de México, Cuba, Australia y Estados Unidos. Ha participado en más de 60 exposiciones colectivas en México, Inglaterra, España, Australia y Cuba, entre otros países.

Texto curatorial
Galería Sismo, Ciudad de México
Marzo 16, 2017

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Vanidad de vanidades

Ricardo Pohlenz

 

La cita es en latín “Vanitas vanitatum et omnia vanitas”, que se traduce como “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, sacada del Eclesiastés y significando –o señalando- una totalidad vacía –hueca- que pretende advertirnos sobre la futilidad del mundo y sus placeres frente a la certeza de la muerte. Convertida en tema pictórico, es un tema que atraviesa a Occidente –como lanza figurada- desde los frescos pompeyanos hasta Demian Hirst.

 

La actualidad de la muerte, su relevancia y conjura, siempre presente, ocurriendo a cada momento, más cerca o más lejos, según se transmitan las nuevas, se lean las esquelas, se honren a los muertos y se consuele a sus deudos. La muerte llegará, más tarde o más temprano, la figura de los jinetes que evoca Juan en su Libro de Revelaciones la convierten en una figura –un tránsito siempre anunciado, a punto de suceder- que se representa en su evidencia, sus causas: El hambre, la enfermedad, la guerra y la muerte misma –sin más- como la promesa redundante del final. La relevancia histórica de la actualidad –remedando el tema de Vanitas– se esfuma entre la velocidad de los acontecimientos y el proceso que nos ha llevado –en su novedad aparente- a nuevos ordenamientos, nuevas relevancias y nuevas relaciones con el mundo: ese otro inmenso.

 

El Vanitas, como si remedara a la sociedad post-industrial, se convierte en una acumulación y una amenaza, invisible –si se quiere- dicha como una corona –por razones taxonómicas- y representada con esta pelota con púas rematadas con ventosas.  Ha supuesto –en el último par de años- un linaje vertiginoso en su vocación –si se le puede llamar así- transformadora. Es uno y el mismo, se replica y se transforma, y ya no es igual. El coronavirus, dicho así –de manera literal- es un veneno en forma de corona, apela –en su símil- a una forma de gobierno y ordenamiento, dado a actualizaciones en sus extensiones, como lo es la relación entre estas familias y sus gobernados, misma que se extiende como producto, como gesto y como acto de dominación más allá de sus fronteras.

 

Virus = veneno

Se pueden hacer mil y una metáforas y símiles que objetúan las relaciones de poder e influencia. La palabra virus se toma en préstamo del latín -la palabra significa literalmente veneno- y se le atribuye su uso a Aulo Cornelio Celso, quien recurre a ella para decir, describir o advertir sobre la cualidad venenosa de la saliva de los perros rabiosos. Se dedujo –más que ver o descubrir- la existencia de los virus, a partir de la comprobación o evidencia de su existencia, realizada por el biólogo ruso Dimitri Ivanovski, quien filtró el extracto de las hojas molidas de tabaco infectadas con mosaico a través de un filtro de Chamberland-Pasteur –filtro de poros tan finos que no dejaban pasar las bacterias- sólo para descubrir que el extracto seguía siendo infeccioso. El virus, evidencia y metáfora de lo inasible, llegará a ser visto –avistado como lugar- gracias al desarrollo de los microscopios electrónicos de barrido. La metáfora, otra vez: el haz de electrones barre una mínima superficie revelando sus contenidos.

 

El virus, suma de nucleótidos -adeninas, citosinas, guaninas y timinas armando cadenitas- inerte -en apariencia- excepto cuando reacciona, interactúa o invade –según se quiera describir de una manera o la siguiente- una célula viva, es algo que vemos –que visualizamos- a partir de grabaciones documentales hechas al microscopio de lo ínfimo, de lo infinitesimalmente pequeño, pero que –en el diario transcurrir- nos resulta inmanente. Está ahí –este nuevo virus y todas sus mutaciones, este nuevo virus y todos los demás- aunque no se puede ver- y su lugar –o no lugar- dentro de nosotros –más allá de las distancias, los transcursos y las mutaciones- más allá de un cuadro sintomático- necesita, o ha necesitado –como los demás virus- de diversas representaciones, como una amenaza global, pero también –y por lo mismo- de una significación social global. El signo de los tiempos se representa con nuevos protocolos, las máscaras o cubrebocas se han convertido en emblemas de un tiempo y un estado de las cosas: un reconocimiento de e<<<<<sa inmanencia –como enfermedad, y metáfora de la enfermedad, ahora más pública que privada- que transcurre, recorre e invade el orbe. 

 

Así, en este tiempo transcurrido en el encierro –este tiempo doblado en sí mismo, un tiempo detenido que no deja de suceder, excepcional en sus circunstancias- nos trae a cuenta las visiones e iluminaciones surgidas en los remotos claustros medievales. Ese mismo miedo perentorio a dragones y caídas del cielo que –desde entonces- anunciaba el fin del mundo. Es desde ahí, en la continua actualización de lo último que requerimos –o más bien buscamos- para decirnos, para consolarnos, para encontrar nuestro lugar en el mundo. Nuevas visiones e iluminaciones que representen –todavía, en la necesidad de un todavía- un tema como el Vanitas, al que recurre -u opta, si prefiere- Ernesto Ríos para apelar –dentro del imaginario contemporáneo y sus códigos- a nuevas representaciones de lo apocalíptico.

 

Así, en este tiempo transcurrido en el encierro –este tiempo doblado en sí mismo, un tiempo detenido que no deja de suceder, excepcional en sus circunstancias- nos trae a cuenta las visiones e iluminaciones surgidas en los remotos claustros medievales. Ese mismo miedo perentorio a dragones y caídas del cielo que –desde entonces- anunciaba el fin del mundo. Es desde ahí, en la continua actualización de lo último que requerimos –o más bien buscamos- para decirnos, para consolarnos, para encontrar nuestro lugar en el mundo. Nuevas visiones e iluminaciones que representen –todavía, en la necesidad de un todavía- un tema como el Vanitas, al que recurre -u opta, si prefiere- Ernesto Ríos para apelar –dentro del imaginario contemporáneo y sus códigos- a nuevas representaciones de lo apocalíptico.

 

 

El código y la retórica de lo viral

 

El código, eso que está en lugar de, eso que dice lo que es, eso que arma la ilusión de lo que se ve, el código que –articulado de tal o cual manera- se convierte en una amenaza, sean nucleótidos o ceros y unos, unos constituyendo –formal y nominalmente- la metáfora de los otros, transformándose en su estructura y sentido, constituyendo –en sí mismos- un nuevo código de significación y representación. El código como lengua literal, como la saliva venenosa de los perros rabiosos, eso que se dice con el tapabocas puesto, con la sana distancia, con la nueva normalidad, con todos los enfermos intubados, con todos los muertos.

 

La retórica de lo viral –que no, la retórica viral- es puesta en evidencia –o mostrada, si se quiere- en un video en el que Ernesto Ríos recaba un catálogo de distintos escenarios y circunstancias para conformar un collage de motivos apocalípticos –aquí caben las dos acepciones del término: lo revelado y lo final- que aparece –en remedo de las ventanas que se abren en la computadora- sobre un fondo donde desfila una danzas de distintos virus y bacterias, danza que acaba por convertirse en sucesiones de texto digital que acaban anunciando –a cuadro- la presencia fatal de un virus. El video ha sido montado con la intención de ser una banda sin fin, que se repite una y otra vez, como una advertencia siempre pospuesta sobre los males que se avecinan sobre el mundo, una advertencia que se olvida una y otra vez, aunque sean evidentes –por ejemplo- las consecuencias que ha tenido la explotación desmedida de los recursos del planeta. La peculiar y festiva banda sonora que acompaña al video fue realizada por Jacques Soddell, doctor en microbiología que hace arte sonoro a partir de sus investigaciones sobre el crecimiento de los hongos y en este caso trabajó a partir de la secuencia genómica del virus SARS-CoV-2.

 

Los lienzos de Ernesto Ríos son negros, están pintados de negro, constituyen un Memento Mori –para seguir con el latín- en el que se perfilan escorzos luminosos que dicen, sea con cuerpos de líneas y tramas de figuras que emulan a los poetas concretos brasileños, sea con código de texto, sea con ideogramas, sea con saturaciones de blanco que acaban por conformar una red que atrapa el sentido, como si fueran bacterias que quedan atrapadas mientras el virus se escapa para conformar una red homóloga e invisible que se extiende a todas partes, volando en avión, reinventándose a cada momento, como las representaciones que caben en una obra que recurre a la pintura como medio para conjurarla, como medio -sea el medio que sea: digital, viral, oral, o de donde venga- para constituirse –insisto- en un nuevo Memento mori donde el signo no está en pos de un significado, sino que –más bien- viene a sustituirlo, diciéndolo desde los hilitos de luz que vienen a iluminar estas nuevas oscuridades.

Es algo que se nos olvida y que debemos recordar, que debemos tomar en cuenta, siempre: el mundo se acaba a cada momento.

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New York University Featuring the work of ITP Alumnus Ernestio Ríos

The Cartographic projections of Ernesto Ríos

By Xaviera Hoffman

Translated by Angela Pérez

Link: https://tisch.nyu.edu/itp/news/fall-2017/the-cartographic-projections-of-itp-alum-ernesto-rios

Perhaps the first moment of individual realisation we have as human beings and the hardest to deal with is the knowledge that there once was a time when I was not alive and there will be a time when I am no longer alive. This existential realisation, when we confront something so contradictory and central to our existence, can result in the search for affirmation - be it through metaphors or art – and create a continued search for meaning outside of ourselves.

In his recent exhibition, Constelaciones at the SISMO Gallery (Mexico City), multi-disciplinary artist and alumnus Ernesto Ríos (Mexico, 1975) examines this search and looks at how in a symbolic manner, the mind of the individual searches for meaning in their existence. Looking at how the world is both affected and changed when he travels across it, emotionally and spiritually, Ernesto Ríos’ artwork looks at the topographic aspects of journeys and roads taken in his artwork, and the subjective manner we define the world.

The exhibition Constelaciones is composed of paintings, sculptures, photography, video and interactive installations, which together form part of a five-series collection of cartographic projections of labyrinths. This is the second exhibition to feature a range of diverse types of three-dimensional labyrinths and 3D Rhizome shapes, which are crucifix-shaped, and have a certain structural symbolism, taking on a profound internal significance. As an international artist, Ríos identifies the limits of each artwork but as spectator he de-codes and interprets the avenues and passages of these labyrinths, using with maps and interactive sculptures to travel within these internal landscapes. His work includes sculptures created with recycled matchsticks, which over time help to locate him within this existential reality.

The symbol of the labyrinth represents a poetic vision of the universe, one in which we are immersed, and thus have no idea of our destiny, which is similar to being in the labyrinth, where no one knows the way out. The only constant factor within the labyrinth is the continual need to make decisions at every crossroads. Ríos examines the shapes and metaphors of two types of labyrinths, firstly the ‘centre’ focused labyrinth, which leads the participant to the only opening there is (the centre), and which to imagine it, is to interpret it as a trip or spiritual journey (the "search for centre") or alternatively the other type, which has diverse roads (rhizomatic roads) and multiple exits whose solo purpose is to test you, as similar to the electronic game, Pac-man.

His artworks include series of small, medium and large paintings undertaken with brushes just millimetres thick and eyelash small, demonstrating the intuitive nature of creating art that has cartographic qualities. His artwork includes the use of tools like a magnifying glass, to enable the audience to read acronyms, numbers, words and symbols and create their own meaning, and which from a distance, look like poems written by an algorithm.

Like on a map, his artwork attempts to super impose the nuances, rhythms and location of each sign in a system of coordinates that conform to a specific dimensionality and a level of abstraction and synthesis of the labyrinth, on the artistic terrain. On the other hand, his works also are part of an exhibition that includes sculptures with 2,333 matches, which were shaped and recycled.

Some pieces in the Constelaciones exhibition resemble labyrinthine mandalas made up of upright matchsticks, which assembled together, are placed on wooden planks of wood, finely crafted. Part of the mysticism of this art is the creation of it, requiring significant patience to create such delicately placed matchsticks (with two millimetres between each stick) and much like dominos, are lit up all at once. Ríos, a great fire-lover and self-confessed pyromaniac, makes fire an accomplice in the making of his creation, resulting in the carbon trail of matchsticks and the random tones of brightness and shade as the fire lights up each matchstick.

Using matches for the construction of labyrinths can be considered a diabolic idea one that can be well thought out or alternatively be an act of pryromania and creation. As a flammable stick, a match is covered in a substance, which under the right conditions will light up, and burn. Like any combustion process, the flames of this fire expanding in diameter, widening the area affected and destroy and purify the space around it. These flames, much like their element, symbolise the internal strength of nature and its relation to the transformation and ancient sacrificial concept, so from the flames there emerges a purer, more refined outcome. Ultimately, his artwork continues to ask: what other exit is there within the labyrinth than that in the middle?

Ernesto Ríos is a multi-disciplinary visual artist who works with a diverse palette of tools: drawing, painting, video, photography, animation, virtual reality, performance, interactive art and net-art.

He was born in Mexico where he studied Photography, Hispanic Literature and Linguistics, History of Art and Fine Arts. Ernesto holds a Masters Degree from Tisch School of the Arts (Interactive Telecommunications Program) at New York University. Ríos holds a Doctorate of Philosophy (PhD) from RMIT University.